lunes, 20 de enero de 2014
Lo reconozco, el estand de la Comunitat de Fitur me lo han hecho con una impresora 3-D. Nada que ver con el lujo asiático que se gastaba el Bigotes cada vez que la Generalitat le encargaba el diseño de este chiringuito de playa. Pero no se desanimen, que en la presente edición, a los que se acerquen hasta nuestra humilde parada, en lugar de ofrecerles langostinos pelados, les regalamos folletos rellenos escritos de puño y tecla por mi cronista. Por favor, cojan el prospecto, es gratuito; ahí va uno.Madames et messieurs, ladies anb gentlemen, turistas que van a elegir la Millor Terreta del Món como destino vacacional para pasar el veraneo o un viaje del Imserso, antes que nada permitan que les cante "Welcome, Bienvenue, Willkommen" como si fuera el maestro de ceremonias de Cabaret, auque yo, sobra el decirlo, no les ponga los ojitos picarones, ni la boquita de piñón, ni me contonee con su gracia y desvergüenza. Pero lo dicho, sean todos bienvenidos.
Por cierto, ya que cito a las azarosas playas de Castellón, me gustaría recordar un episodio de su pasado glorioso, nada que ver con estas campañas de "vacas" cortas. Aquel "vacacionismo" de "vacas" largas sí que resultó benéfico para nuestra marca turística. Me refiriero, como no, a los agostos en que el presidente del Gobierno don Josemaría Aznar y su señora esposa doña Ana Botella, hoy alcaldesa de la Villa y Corte, nos regalaron con su presencia. Casi una década de veranos en los que nos tocó la serie completa del premio gordo de la lotería. Y unas cuantas pedreas, pues, junto a la segunda familia española, siempre se desplaza la legión de los arribistas que desean ver y dejarse ver. Hasta la exclusiva urbanización de las Playetas de Oropesa acudieron ministros y subsecretarios, altos ejecutivos y miembros de la jet, fotógrafos del Hola y periodistas de la Cope. Gracias a nuestros huéspedes capitalinos se introdujeron, por estos pagos, el pádel y sus inevitables monitores argentinos, y, por unas semanas, el complejo residencial maritimo-terrestre también se convirtió en "villa" y "corte". La "villa", donde se alojaban los ilustres invitados, la ponía el propietario de Porcelanosa, y la "corte" la componían los pelotas y recogepelotas que se acercaban a la popular pareja hasta la orilla o a las canchas de metacrilato. Luego, tras el jolgorio de las verbenas de la Paloma sur-Mer, los Aznar desaparecían hasta el año próximo. Se los tragaba el silencio del monasterio de Silos y el chasquido de las fichas de dominó en Quintanilla de Onésimo, los dos hitos que inauguraban el nuevo curso político en los Noventa.
Yo, entonces, era un simple concejal de provincias que no se enteraba muy bien de lo que se cocía en Oropesa. Pero recuerdo que el dibujante Xipell, el mismo que ilustra las bitácoras del negro Montañés, publicó un tebeo que llevaba por titulo "Costa de Aznar". Mi mentor político, el "otro" Fabra, hizo mandar un ejemplar del incunable al Palacio de la Moncloa para que el presidente le diera el nihil obstat. Nada más verlo el líder supremo quedó cautivado al contemplar la portada -en panes de oro- donde aparecía retratada su fina estampa -pero sin tableta- y la de su conyugue en bañador -pero sin photoshop-. Tal fue el impacto que provocó la ilustración que estuvo en un tris de cambiar por decreto el nombre naranjero de litoral castellonense por el de su primer apellido, tal como figuraba en la cabecera del libro. Pero por esas cosas del azar, del azahar o del Aznar, un segundo antes de estampar la firma en Consejo de Ministros, la orden cayó y el topónimo quedó como estaba.
Más tarde supimos que don Josemaría y familia no regresarían nunca a la costa castellonense, que preferían la isla de Menorca, reserva de la Biosfera. Nuestro gozo en un pozo. De aquel chasco todavía no nos hemos repuesto. Lejos queda ya el tiempo del Aznarato y sus estíos de sol y pádel; nada queda de la Comunitat que instalaba el estand más bigotudo del ferial madrileño... Con lo que hemos sido... y ahora repartiendo folletos rellenos de "vacacionismo".
