Publicado por Cronista Montañés martes, 28 de enero de 2014

Queridos lectores de esta crónica por entregas, veo que ha regresado a la pequeña pantalla mi tocayo el cocinero Chicote, un hombre de rudos modales que irrumpe en restaurantes insalubres y/o ruinosos como cuentan que sólo saben hacerlo los elefantes en las cacharrerías. Sin embargo, su aparición en la escena del crimen culinario resulta una bendición del Cielo, y es que el establecimiento hostelero, por el que nadie da un euro al inicio del programa, al final del reality es un firme candidato a brillar con luz propia en el firmamento de las estrellas Michelín. Durante una hora de reloj, el hombre vestido de reina de corazones amaestra al propietario del figón, domestica a los camareros y redecora el mobiliario de aquella república independiente de la inspección de Sanidad.
Este modelo de las tallas grandes de Ruíz de la Prada, que ahora obra el prodigio de la multiplicación de las comandas, es el mismo que, hace unos meses, presentaba el concurso de aspirantes a chef. Sus alumnos recibían un manil y un juego de cuchillos para que se fueran clavando puñaladas traperas entre plato y plato. Mientras duró la carnicería, se comprobó que una cocinillas -valenciana ella- superó con nota al resto de contrincantes, pues era igual de buena manejando la faca albaceteña como la termomix. No obstante, a Chicote estas contingencias no le salpican y se marcha a su casa con la bata de arlequín impoluta. Esto es algo que no ha de resultar sencillo de conseguir, pues en el primero de los fenómenos televisivos ejerce de plaga bíblica que asola las tabernas para convertirlas en grastro-bares, y en el segundo dirije una F.P. para mayores de veinticinco años con unas ganas locas por deconstruir y esferificar. Pero él sale indemne como un ser mitológico, mitad persona, mitad cabroncete, medio demonio de tres tenedores, medio muñeca Agathita. En resumidas cuentas: creo que es el tipo que ando buscando.
El Palau de la calle de Caballeros dispone de servicio de cocina, más que nada para agasajar a las visitas  con una ración de paella sin haber de reservar mesa en La Marcelina. Pero el edificio, desde que llegué a esta muy honorable presidencia, también cuenta con un topo oculto entre sus salones góticos. Yo, lo primero que hice fue encomendarme a san Jorge, el protagonista de los retablos que cuelgan en todos los muros, por si me concedía el favor de rejonear al mardito roedor palaciego como otrora hizo con el dragón de la leyenda y con los moros de Alcoy. Nasti de plasti. El patrón de los libreros ya sólo trabaja para el oro catalán, por consiguiente, se me ha pasado por la cabeza solicitar los servicios del cocinero del moda, de forma que, al no disponer de otro medio de comunicación, me dirijo a usted desde esta bitácora:
         "Admirado señor Chicote, soy fan suyo y considero que mi caso, aunque no regente ningún merendero, encaja perfectamente entre los asuntos que resuelve con denuedo. Créame que no  exagero si le digo que estoy viviendo una verdadera pesadilla en la "cocina" de la Generalitat. Mi secretaria autonómica se encarga de confeccionar la lista de la compra para abastecernos y resistir un supuesto asedio de la chusma en su toma de la Bastilla. Un buen día, la guardesa se trajo del ultramarino el carro lleno: arreglo de cocido, caldo de la abuela, chocolate Valor, actimel, habas en aceite, burgo de Arias, yogur griego, jamón en dulce, patatas de bolsa, flan de Rumasa, natillas, yemas de espárrago, vermut, güisqui y ginebra. Como es natural, con estos ingredientes -aunque todos eran primeras marcas- no elabora una paella ni el mismísimo Ferran Adriá. Es por ello que he pensado que si fuera capaz de dar caza al topo que habita entre nosotros, a lo mejor podría preparar un arroz de carne. Uno de los asesores áulicos me confidenció la historia de un pariente que, en plena posguerra, cató una engravà que llevaba rata disimulada entre las endivias y las alubias. ¡Dios, que asco! exclamé. Mi topo, claro está, es una boca fina, eso se ve en lo que aprecia las delicatessen, las reservas en los hoteles con spa y las charcuterías con espía, y todo con cargo al presupuesto. El animalito, tras comprobar las facturas en el estadillo del gasto ordinario, es quien las filtra a la prensa digital, las cuelga en tuiter o se las pasa a un sindicato que presume de lavarse las manos más que Pilatos. Luego regresa a la madriguera. Don Alberto, este mal bicho es un auténtico topo chef, venga urgentemente, fumigue el local y entréguemelo vivo o muerto, en pepitoria o al chilindrón, ¡que me lo como!".

 



Deja un comentario

Suscríbete a las entradas | Suscríbete a los comentarios

+Populares

Populacho

Con la tecnología de Blogger.

Copyright © 2013. Como presidente de esta nuestra Comunitat. Metrominimalist. Publicado por Blogger. Diseñado por Johanes Djogan.