Publicado por Cronista Montañés viernes, 20 de junio de 2014


Ahora que Ikea ha abierto su almacén valenciano, compruebo que el felpudo maldito con el lema «Bienvenido a la república independiente de tu casa» lo tienen a 7'99. Menuda declaración unilateral, hasta da pena  pisotearla con los pies cuando te recibe en el rellano. Espero que la venta masiva de la esterilla de fibra de coco modelo Urlev aplaque el ánimo exaltado de los republicanos que exigen la repetición de las elecciones municipales de 1931. También sería de desear que amainara la euforia desatada entre los monárquicos, claro que estos prefieren las alfombras de la Real Fábrica de Tapices donde se exhibe la leyenda «Bienvenido a la Casa de Borbón». Y es que del Cabo de Gata hasta Finisterre hay que ver la gente cómo está erre que erre; con erre de república o con erre de realeza.
Hoy, los juancarlo-felipistas-de-todos-los-santos viven confundidos por el éxito. Las muestras de adhesión a la Causa se camuflan entre la furia que desata la Selección manquepierda, pues ambas hinchadas se intercambiaron los banderines de un pasado de gloria. Sus Majestades al cuadrado, entrantes y salientes, no podían haber escogido unas fechas más propicias para el relevo; de esta suerte, las vaporizadas terrazas de los bares y los bazares orientales se han convertido en aliados fieles para reyes y «rojos». No obstante, mientras dure este Mundial en el sambódromo de Río, todos ellos se cuidan de gritar «podemos», por temor al Pablo Iglesias resucitado.
El realismo es realista. Incluso se diría, viendo los excesos del cortesano Hermida, que es más hiperrealista que una gran vía de Antoñito López, el artista que se levanta mucho antes de que pongan la calle. De un modo similar al de este pintor manchego obraron los monárquicos, pero ellos madrugaron siglos para que pusieran España. Centuria arriba, centuria abajo, esto ocurrió cuando arribaron a la península los treinta y tres reyes godos, uno detrás de otro. La cosa se repitió más tarde con don Pelayo, los Trastámaras, los Austrias, y, luego, con estos de ahora que venían con un ABC bajo el brazo. Como vemos, los incondicionales de la sangre azul se pegaron el madrugón padre reservándose, de esta manera, un lugar preferente para ver cómo saltan los delfines de la cuna al trono y del trono al Escorial sin pasar por el aro.
No por mucho madrugar... deben pensar, por su parte, los partidarios de la liberté, egalité y la guillotine que ven próximo el advenimiento de la III República. Tirando del refranero, aducen que a la tercera va la vencida o que no hay dos sin tres. Asimismo, junto a estas arengas, en las plazas del país se vuelve a oír el Himno de Riego, una melodía que actúa entre los congregados como la máquina del tiempo de H.G. Wells, capaz de transportarlos del pretérito anterior de subjuntivo al futuro pluscuamperfecto de indicativo.
Los republicanos el único realismo que practican es el surrealismo de la poesía de Lorca y del chien andalou de Buñuel y Dalí. Así, transportados por el sueño de la razón, su Carmela -¡ay, Carmela!- se les aparece transformada en una activista de Femen con un gorro frigio hecho de guirnaldas tricolores. La joven encabeza sus manifestaciones imaginarias, pues en el porvenir no existirá mejor alegoría de la Libertad guiando al pueblo que una feminista descubriéndose los pechos. La nueva mariana de grafitis oscilantes es la reencarnación rediviva de la mariana de Delacroix y de aquellas brigadistas que lucían el mono de albañil despasado con coquetería. Sólo que, ahora, el top-less se ha convertido en el mármol donde los ciudadanos libres escribirán esta página en blanco de la Historia.
¿Y el Pesoe? El Pesoe sigue en el felipismo del tiempo de Isidoro. Los socialistas, entre congresos y primarias, van revelándonos el misterio de su naturaleza híbrida de hondas raíces republicanas que luego se pierden por las ramas. Su reino sí que es de este mundo y su única República es la de Platón. De ahí no los sacas, pues, nos confiesan, que no están para sustos; el aparato necesita urgentemente un trasplante de órganos de dirección. Por eso imploran a sus donantes y/o votantes: si tú te vas, dime cariño mío ¿quién me va a curar el corasón partío? Estos versos alejandrinos no están exentos de realismo, pero es éste un realismo mágico que recuerda al del otro boom latino. Y es que el partido partío cuenta en la actualidad con los patriarcas en el otoño, sin nadie que les escriba, con cien años de honradez y treinta y cinco de gonzaledad, la crónica de una refundación aplazada y, lo que resulta más grave, sin García Márquez para contarla.
En fin, ha llegado el fenómeno Ikea, el felpudo está de oferta y las alfombras, donde se esconden los secretos de Estado, están listas para la restauración. ¡Viva Urlev!


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