Publicado por Cronista Montañés jueves, 28 de noviembre de 2013


Sepan todos que yo, el Molt Honorable President de la Generalitat Valenciana Alberto Fabra y Part, y presidente regional del Partido Partido, dispongo dejar constancia escrita de cuanto acontece y es de relevancia pública en la Comunitat durante el presente mandato y los sucesivos, si los hubiera. Me valgo para ello de un colaborador excepcional: el cronista Montañes, y pueden estar tranquilos porque no se trata de ningún enchufado que viene a engrosar la nómina de asesores que me rodea.
El caso es que en todo el Palau no salió un voluntario que quisiera acometer una labor tan enjundiosa y comprometida. Yo calculé que, entre la muchedumbre de cargos de confianza, coachings y cocineros, hallaría a una persona -¡una sola!- que se prestara a seguirme el juego y se pusiera a redactar como un loco breves notas con  las ocurrencias mías, pensamientos, en suma, que arrojen un poco de luz en una época, la nuestra, en que me metieron a guiar al pueblo valenciano por un túnel sin una triste linterna.
No sé, pero desde que supe de la existencia de amanuenses, dedicados a escribir panegíricos infumables a mayor gloria de mis predecesores en el puesto, incluido Jaime I y su “Llibre dels Feits”, la idea de contar con un “negro” me cautivó. A fin de cuentas la cosa no difiere tanto del trabajo de los periodistas que redactan los ladrillos que leo de corrido en los actos oficiales. La diferencia básica, entre estos panfletos y la crónica, radica en que los primeros son simples consignas que estos listillos extraen del argumentario de Génova, 13, mientras que la segunda se fundamenta en las sensaciones íntimas que vive un gobernante cuando éste se mueve entre las bambalinas del poder, alejado de los focos y los micrófonos. Con ello desmiento, de paso, el rumor que asegura que soy un cíbor conectado a una terminal del Palacio de la Moncloa. Confieso que la idea de protagonizar estos episodios regionales me produce un cierto vértigo. Yo no gozo del liderazgo de mis antecesores; Paco era un iluminado, un telepredicador, un san vicente (martir). Eduardo, por su parte, también fue un dechado de oratoria, un seductor Mañara, un parlanchín que llegó a portavoz del Gobierno. Uno, aunque esté mal el decirlo, se asemeja más a Lerma, un soso. Tampoco espero que el cronista obre el milagro y me haga aparecer aquí como un Churchill levantino. No es eso.
Para finalizar esta breve salutación deseo comenzar con una frase inaugural del tipo: “Como presidente de esta nuestra Comunitat…”. Es sencillamente perfecta para el encabezamiento de las bitácoras; informal y, a la par, provista del tono institucional que me es propio. No recuerdo qué gran estadista pudo pronunciarla antes, sin embargo, suena fantásticamente para verla cincelada en el dintel de estas crónicas honorables.

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  1. molt bo... molt "negre" del molt Honorable, te penso seguir

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